La atracción y la repulsión son factores elementales que funcionan de forma óptima en situaciones previas a la búsqueda de concordancias personales, lo que no garantiza la perdurabilidad del nexo pasado el tiempo. Pero lo que la experiencia demuestra es que transcurrido ese momento de expectación, deseo u anhelo, acabamos resultando cada vez más insoportables ó en su defecto mostrando una mengua paulatina de nuestra capacidad de aguante. En la medida, en la que por reivindicación profesional, se nos demanda un mayor nivel de exigencia personal, tendemos a manifestarnos de un modo más intransigente e intolerable, algo que con la edad se acentúa. Nuestra paciencia es inversamente proporcional al incremento de la cota de nuestra neurosis. Maniáticos compulsivos e incapaces de compartir nada, nos volvemos dueños de una parcela, nuestra vida, ganada por derecho a golpe de esfuerzo, que en ningún caso aspiramos a compartir sino es bajo criterios subjetivos ó en su caso objetivos pero con un considerable y evidente grado de interés. Gran parte de las relaciones a las que aspiramos demandamos una plena y exclusiva dedicación, con normas subliminales pre-establecidas de por medio, por lo que bien podríamos afirmar que pretendemos literalmente hacerlas nuestras.

"No es obligado caer en la confrontación si tenemos en cuenta que aquello que nos resulta nocivo es mejor alejarlo de nuestro entorno. Los obsequios y dádivas no tienen sentido retornar, es el tiempo quien se encarga de marchitar”