Con tan sólo un puñado de fonemas hemos logrado constituir una enormidad de palabras. Dotadas cada una de ellas en mayor ó menor medida de un significado y relevancia acorde a nuestras necesidades y estados emocionales, nos resultan imprescindibles para transmitir y hacer que los demás entiendan que es lo que en cada momento nos inquieta, abruma, conmueve, lo que nos llena de júbilo y pletórica fuerza. Nuestras óptimas sensaciones se resuelven íntegramente buenas en el momento preciso cual logramos hacerlas públicamente manifiestas. Pero por desgracia ciertas palabras, en esencia fundamentales por participar de un denso y latente contenido humano cuando se conjugan bajo sentimientos de enorme dolor, suelen en el menor de los casos caer de manera reiterada en saco roto, mostrándose inválidas a pesar de generar una enorme alarma social, al no logran obtener una respuesta óptima. Son ideas, meros ecos vacíos de contenido. Apenas conmueven ni otorgan un sentido válido de lo que se intenta trasmitir.

"El percutor desgastado del arma que ha bebido de la sangre de innumerable cantidad de cuerpos destrozados y que ha sesgado la felicidad de tantas vidas, es el juguete instrumento cómplice del fracaso de la voz, de la palabra, el entendimiento y del diálogo. Las palabras que no encuentran oídos capaces de ser atendidas son un susurro de aliento sin sentido, perdido y disperso entre las corrientes de aire. El dolor, la sangre y la muerte son vocablos sin sustancia faltos de interlocutor ó cuyos oídos ignoran su grito."