Núcleo de toda locución y eje de toda sintaxis, el verbo atestigua pretérito, presente y futuro del periplo de cada viaje, es evidencia única evolutiva del aparente sin sentido cometido de la vida. A lomos del inexorable tranvía que evidencia el tiempo, cruza una por una toda estación sin concesión de tregua posible al regocijo de la pausa. Cada forma verbal es el matiz, acento en el cual se conjuga una etapa y una disposición, lo consumido y lo que aún resta por disfrutar. A pesar de flirtear con el tiempo y su medida no logra ser esquivo de las horas, aunque bien se prodiga en propagar y divulgar, como locuaz hoja de diario extenso en páginas, exhibiendo la certeza de los sinsabores y recreos en los que se embadurna la lucha diaria. Pero el verbo es notario, da fe del paso de los días, de aquello que acontece y de lo que resta de por medio, de una carrera sostenida que no avisa de un fugaz apagón. Se recrea en los atardeceres de la vida en diálogos que no alteran con los cambios de generación a pesar de que nuestro horizonte exhiba distinto perfil.

"Bifocal panorama en el atardecer de la ciudad, imagen de pasado y de presente, pausa y consuelo de futuro."