Tanto como aprende y mejora, como crea y construye, indaga y perfecciona… tanto como esos valores le suman y le añaden crédito… le aportan en cantidad desmedida enormes dosis de putrefacción, destrucción, olvido, ignorancia y degeneración. Estúpido y necio, el ser humano produce y propaga tanta ó más inmundicia y podredumbre a su alrededor como excelencia, lo que convierte en estéril e inútil todo avance y progreso. Propicia tantas nuevas enfermedades inexistentes hasta entonces y otras que adquieren una crecida resistencia, que contrarresta todo el descomunal esfuerzo que dedica a encontrar fármacos capaces de sanear y curar su organismo. Con todos los detritos que esparce por mares y ecosistemas agrede y transforma hermosos hábitats de perfecto equilibrio en una inmundicia impracticable de morar que le afectan directamente, son resquicios envenenados que retornan directos a su propio organismo, pues al fin y al cabo ha de nutrirse y sustentarse de ellos. Elimina la vida natural, esa que con ansia busca en sus ratos de ocio y en su contradicción se afana con obsesiva obstinación en adquirir hábitos de consumo más saludables.

“Emergen alimentadas de la descomposición aberraciones mutadas de aquellos organismos que han logrado superar la prueba de la intoxicación.”