Es patente que a lo largo de nuestra vida el propio instinto de supervivencia nos dota de mecanismos necesarios para llegar a ser lo suficientemente fuertes como para superar inconvenientes y contratiempos somáticos. En otros casos, cuestiones psíquicas, es uno mismo el que ha determinar hasta qué punto ha de identificarse con una u otra situación para establecer el grado de complicidad que ha de asumir dentro de ella si desea lograr que eso no le afecte. Es fundamental por tanto reconocer la manera de hacer de ello un provecho más que una dificultad. Conseguir, cada vez con más frecuencia, que aquello que nos hiere nos resulte baladí es premisa de escuela indispensable y una forma de entender que el exceso de sensibilidad puede resultar un inconveniente más que una ventaja en ciertos momentos, sino se llega a establecer una pauta de comportamiento de correcta práctica para el sano equilibrio de nuestro juicio. Quizás tenga esto algo que ver de una forma u otra con el hecho de que nos volvamos cada vez más superficiales, más insensibles y menos altruistas, pero el instinto de supervivencia por desgracia en la mayoría de ocasiones es incompatible con un exceso de sensibilidad.

"Ungüento de atenuación sensorial. El tratamiento de heridas emocionales participa de la aplicación de elevada dosis de bálsamo de la intranscendencia."