Oriente ha tomado el pulso a la economía mundial pujando por una producción masiva a costes mínimos. Ha decidido, con igual propósito, plantar cara al sistema capitalista bajo el cual emergió occidente y que sin duda le repercutió gran riqueza, pingues beneficios y como consecuencia de ello multitud de ricos inversores que se establecieron en mercados de valores fundamentados en el ágil movimiento de transacciones acuñadas bajo una oferta y demanda sujetas a fluctuaciones de especulación, pero bañado en una amalgama política aderezada entre distorsionados toques de comunismo envuelto en el revestimiento capitalista. Ahora que el valor del dinero, sin ser un producto de necesidad, cotiza al alza por sí solo y que la mercadería con la que comercia carece apenas de valor, se trafica con el trabajo esclavo y mal pagado del enorme contingente de población educada y desarrollada en un sistema de supresión de clases que ahora enriquece abusivamente a una restringida élite de empresarios endiosados. Oriente ha dado la espalda a su milenaria tradición y a su propia historia cuya identidad intenta ahora redefinir tendiendo puentes hacia estereotipos basados en el arquetipo occidental.



"La enorme sabiduría oriental, su carácter y proyección quedan aceleradamente con el paso de generaciones absorbidas y fundidas en la trayectoria de poniente".