La vida y su recorrido superan al espíritu, al énfasis y a la vitalidad, al impulso de rebeldía y al esfuerzo, valores que con el paso del tiempo quedan reprimidos y abandonados a la debilidad y a la transigencia. Cada paso que uno prodiga intentando eludir senderos anegados en el lodo y el fango, cada vez que intentemos sujetarnos a cordeles de espino que por seguro han de hacer las manos sangrar y en cada grito mudo que yace entre gargantas retenido, hay un insurrecto abnegado al que pudieron más las arrugas que las heridas. El precio por ejercer la insurgencia es la condescendencia que no la complacencia y la vida, sin duda escasa, aporta colmada sabiduría para otorgar momentos en los que comienza a sopesarse el desgaste padecido, logrando diluir la óptica crítica. La equidad nunca será lo suficientemente ecuánime cuando ejerce en manos de la imperfección y la lid jamás concluirá entre tanto existan dispuestos insurrectos.

"Alto tribunal, corte de justicia y magistratura... laxas, grotescas y rígidas instituciones que aplican sentencia con parcialidad, incapaces de hacerse valer ante la afrenta indisciplinada de quienes adquieren peso específico y a quienes aplican raseros con desigual medida".