El ser humano es un adepto megalómano y gran aficionado a erguir grandes y suntuosos monumentos en memoria a sus extraordinarias proezas ó heroicidades, pero en menor medida a rememorar sus carencias y debilidades. Se perciben nimios atisbos, bastante modestos u poco visibles de pequeñas estatuas y monolitos de todas aquellas virtudes que serían fundamento prioritario a honrar, escasas cada vez en mayor medida con el paso del tiempo. Los grandes panteones y conjuntos escultóricos elevan la moral y tocan la fibra sensible del ego, aparentando ser el mejor instrumento publicitario para lograr perpetuar en la mente de los individuos los valores esenciales de la correcta y adecuada coexistencia. Resulta necio revivir momentos de la historia que ensalzan batallas en las que se demuestra quién es el que ha producido un mayor sufrimiento a su opositor, porque cierto es que en los conflictos armados nadie es vencedor y sería mucho más sensato demostrar quién resulta ser mejor a quién en su cualidad humana.

"Imaginario conjunto escultórico con pilar monolítico que enarbola la bandera de la convivencia entre seres de un mismo planeta. Un pequeño homenaje al arca de Noé.”