La vida... un viaje de único destino y de trayecto sin retorno. El periplo de un atestado tranvía bajo el que no hemos atesorado la opción de poder elegir de quien estar acompañado, pero en el que junto a una serie única e irrepetible de personas, nos ha tocado vivir la experiencia de un inquietante y duro experimento. No es necesario que nos martiricemos, a todos nos compete el derecho justo a saborear los días con serenidad y disfrute. ¿Por qué nos empecinamos en amargarnos y pisotearnos unos a otros si todos llegaremos al mismo destino y no con distinto equipaje...? Exploramos nuevos mundos aun cuando ni tan siquiera hemos logrado cohabitar en el que moramos, ¿buscamos encontrarnos... o huir de nosotros mismos...? Aquellos, pocos que han logrado salir al espacio exterior, han afinado ése sentido de percibir que todo lo que sucede en el interior de éste globo-caja del que nos hemos apropiado, es tan sólo un suceso casual, extraordinario e irreproducible.



"Génesis y óbito son ambos límites convulsos que forman parte del recorrido de todo trayecto. Tanto en el ámbito de la cualidad humana, como en el impredecible origen de la formación de los planetas y constelaciones, el caos y el apocalipsis siempre encuentran oportunidad única para exhibirse".