Esta obra de Antonio Povedano es un anuncio de lo que será su etapa más importante, la Nueva Figuración, en la que se enmarcará gran parte de su creación, aunque modificando su lenguaje en las distintas épocas por las que pasará dentro de esta fase.
Podría decirse que se trata de una visión del futuro en la que aparece un astronauta y su cohete. El año en el que se lleva a cabo este cuadro (1958) solo había viajado al espacio exterior la perra Laika. Habría que esperar hasta 1961 para que el ser humano tuviera ese privilegio con Yuri Gagarin o hasta 1969 para dejar en el imaginario colectivo a Neil Armstrong pisando el suelo lunar.
Sin duda es una obra única y crucial, pues deja atrás su etapa constructivista, plena de color, por una búsqueda en la que pondera la expresión a través de una estructura latente, con una materia táctil, pero en la que el color está muy atemperado, como en segundo plano.
Obra realizada en azules, grises, blancos y beige, construida con una concepción en la que todavía no ha desaparecido la geometrización, pero que se va enmarcando más en un juego de color, forma y estructura, que conjuga ya ese periodo de la Nueva Figuración.
Es también un momento en el que está en contacto con el grupo "El Paso", al que declinó pertenecer para encontrar sus propias propuestas ante el reto de un nuevo lenguaje plástico.